lunes, 5 de noviembre de 2012

Él.



Y el observaba su cuerpo en silencio, sin despertarla.
Miraba detenidamente sus ojos cerrados, su tierna cara dormida, la sensualidad de su boca, su cabello suelto y extendido por su piel. Y así, reseguía con la mirada sus hombros, su espalda, sus delicadas curvas… se detenía en su cintura y a continuación, deslizaba a paso lento su mirada por sus piernas hasta sus pies y volvía al punto de partida para volver a hacerle el amor con la mirada.                           Era preciosa. Era lo que tanto había esperado. Sus ansias por hacerla feliz le recorrían el alma ocasionándole grandes chispazos de  alegría. Sonreía inevitablemente mientras ella dormía. Su aroma le drogaba los sentidos haciéndole alcanzar una felicidad total.
Comprendió que nada le hacía más feliz que escucharla respirar, a su lado, sentir su calor y sus latidos y saber que esta vez ya sólo tenía que esperar a que ella se despertara, para decirle con los ojos brillantes que desde el primer rayo de luz de aquella mañana, se había dado cuenta de que la había encontrado, al fin...

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario