No sé porque el
destino nos marea tanto, no sé por donde
continuar.
Pero lo cierto es
que te describes como mi muralla contra el dolor,
contra la angustia.
Mi freno sobre el querer mirar atrás y mi acelerador para soñar.
Mi freno sobre el querer mirar atrás y mi acelerador para soñar.
Mi protección contra todo lo
que no sea partidario de mi felicidad.
Y te admiro, te
admiro mucho, por cada cosa que me enseñas y por
cada cosa que reaprendo en el brillo de
tus ojos.
Por no haber
perdido tu sonrisa sincera ante la gente, por más veces que te la hayan
arrebatado,
Por querer
controlar cada detalle para hacerme feliz.
Por estudiarte
mis sueños y hacerlos tuyos también.
Y todo… todo
simplemente por mí.
Incondicionalmente,
sin esperar nada a cambio,
me regalas tu
corazón y no de palabra,
sino de acción.
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