- Tu recuerdo se ahoga en el último vaso de tequila con limón, pero no muere -dijo en llanto-
- Ya no queda alcohol - dijo con la mirada perdida.
Tampoco me quedan lágrimas que me ayuden a llevarse el dolor – susurró.
Sólo quedan recuerdos que revolotean por la ventana. Y me persiguen como fantasmas. Y mis silencios, indefensos, intentan combatirlos, buscando un equilibro entre palabras y hechos, entre el presente y los recuerdos.
Sólo le quedaban las ganas de buscarle. Sus sueños invencibles se habían ido junto al color café de sus ojos.
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